Una psicóloga de Bogotá con doble nacionalidad, por Sarah Melcher

“Creo que cada uno debe buscar su proyecto de vida, de felicidad, en donde crea que esté. Es parte de la vida”. Estas son las palabras de una mujer colombiana que lleva diez años viviendo en España, recién nacionalizada, y a la que, como pide anonimato, llamaremos aquí Gloria. Después de terminar su título universitario en Psicología, decidió salir de Colombia para seguir estudiando en otra parte del mundo. ¿El motivo principal de la migración? “La verdad es que un poco por aventura. Quería ver el mundo”. Con esta motivación, vino a Madrid para realizar un máster de dos años en Psicología Clínica, despidiéndose de Bogotá y de su familia. Gloria reflexiona sobre su proyecto migratorio: “A lo mejor no soy el perfil típico de la persona que decide irse de su país porque no tiene oportunidades. En realidad, en ese momento me encontraba bien. Lo que quería era ampliar un poco mi mundo. Sentía que era joven y que iba a seguir trabajando ahí toda la vida y que no iba a mover más… Y aquí estoy, diez años después”.

Como estudiante en Madrid, vivía “en una nube”, completamente centrada en los estudios, pero pronto descubrió que no es lo mismo ser estudiante en este país que ser inmigrante. Al buscar trabajo se quedó con las vivencias inmigrantes, un choque impactante. Gloria se fue a estudiar a España en el año 2000, coincidiendo con un boom de inmigración, un fenómeno que era un choque para los españoles puesto que pocos años atrás eran ellos los que buscaban trabajo afuera. La tolerancia disminuyó, y surgieron nuevas leyes que modificaron radicalmente la definición de ser inmigrante en este país. Las leyes se endurecieron, se persiguió a la gente sin contrato, los extranjeros lo tenían dificil. En aquel momento, mientras Gloria constantemente buscaba trabajo y no se lo daban, sentía por primera vez las vivencias reales de ser inmigrante.

Durante ese periodo, batalló con el concepto de inmigrante, un tema bastante complicado e incluso polémico. De manera sociológica, dice que “todo extranjero que venga y resida por un tiempo en un país que no es el suyo de origen es un inmigrante”. Pero el término ‘inmigrante’ ha desarrollado una connotación negativa principalmente económica. “Es decir, es inmigrante el que es pobre. No me refiero en lo formal sino en lo real. La gente se refiere a las personas inmigrantes como aquellas que están en una situación, más o menos, de precariedad, o que están necesitadas, que buscan trabajo”. Así pues, a todos extranjeros no se les considera inmigrantes. “A una persona que tiene bastante recursos económicos, o a alguien que es un deportista conocido, no se les considera inmigrantes. Se refieren a ellos como extranjeros, o de tal país”. La necesidad es sumamente visual en los inmigrantes por motivo económico, así que todo el mundo piensa que el motivo principal de todas las personas que vienen del extranjero es la búsqueda de trabajo. La historia de Gloria nos indica que hay mucha variedad y distintos motivos para emigrar en el mundo actual.

A continuación, en el año 2001 hubo una regularización de las personas que estaban en España de modo irregular. En este momento Gloria tenía un visado de estudiante sin permiso de trabajo, así que podía hacer prácticas en la universidad; además, trabajaba cuidando a niños para mejorar su situación económica. Aunque nunca había vivido de modo ilegal, se acogió a este proceso de regularización para obtener un permiso de trabajo que le permitiera, tras graduarse del programa máster, seguir viviendo en España y empezar a ganar la vida aquí. Como conocía a gente en Sevilla que podía darle una oferta de trabajo, Gloria decidió presentar la documentación en la capital de Andalucía. Prácticamente a la vez de terminar los estudios, vino a Sevilla para trabajar, cumpliendo todos los requisitos para lograr tanto la residencia como el permiso de trabajo.

Lo más difícil en la transición de ser estudiante a ser residente trabajador era la homologación del título. Hasta el momento había estudiado como profesional, había tenido varias prácticas en el ámbito psicológico y había estudiado al lado de españoles. Pero estudiar en España no es lo mismo que trabajar en España, y en este momento dejó de ser psicóloga. Es decir, su permiso de trabajo valía para todo tipo de trabajos salvo para la profesión de su propio título. Para ser psicóloga en este país, había que hacer el trámite de la homologación, un proceso burocrático de tres años. Diana dice: “La mala experiencia de la inmigración la tuve en el momento en que me vi sin título homologado y con un permiso de trabajo recién obtenido con el que podía trabajar de lo que fuera menos de psicóloga”.

Por fin logró homologar el título y desde entonces ha trabajado en varios ámbitos, pero nunca en la psicología clínica. Para hacerlo, tendría que matricularse en otro programa muy selectivo –sólo hay 100 plazas al año– de otros tres años, lo cual no puede permitirse ahora porque tiene que trabajar. En cuanto a sus dificultades para conseguir trabajo, dice: “Una cosa es lo que te gusta hacer y otra lo que el mercado laboral te ofrece”. Ha trabajado como traductora, informadora e incluso en organizaciones de ayuda a inmigrantes, pero “la temporalidad sigue siendo una realidad” en su vida. Hoy es una orientadora laboral que ayuda a la gente en paro a definir sus objetivos de empleo para poder conseguir trabajo.

Otro obstáculo era el de crear una red social, ya que había dejado a su familia en Colombia. En Madrid, era muy difícil porque estaba estudiando y no tenía un espacio de intercambio fuera de su entorno académico. Así, resultó que todos sus amigos eran otros latinoamericanos que estudiaban allí. Pero en Sevilla fue extendiendo un poco su red social. Hizo algunos amigos, que le abrieron otras puertas. “Me iban presentando a la gente de aquí e iba ampliando un poco mi círculo de amistad”. Ya tiene un novio sevillano y muchos amigos de aquí, pero sus dos mejores amigas siguen siendo latinoamericanas, una argentina y otra colombiana, que han sido un apoyo fundamental. Las razones son complicadas, pero Gloria dice que debe de tener algo que ver con el hecho de que los sevillanos no tienen tanta necesidad de conocer a otra gente porque ya tienen vínculos tanto familiares como amistosos. Las chicas latinoamericanas están en una situación parecida a la de Gloria porque no tienen familiares aquí. “Tú no vas a visitar a tu madre el domingo, y tu amiga tampoco”. Por eso, pasan ese tiempo juntas.

Hablando de choques culturales, han sido bastantes. “Al principio mi mayor choque cultural fue el tema intelectual”. El ambiente en que se movía en Bogotá era de intelectuales y cuando se mudó a España, especialmente cuando dejó de estudiar, no encontró al principio un entorno intelectual en el que hablar de las cuestiones que le interesaban. “Me sentía bastante huérfana en este sentido, no había nadie con quien intercambiar… Al principio me costó mucho encontrar a gente con la que compartir esto”.

Otro choque era la expresión de los afectos, que le parece una diferencia cultural entre España y Colombia. Aunque comparativamente con otras partes de Europa los españoles son bastante afectivos, Gloria insiste en que los colombianos son aún más expresivos. Por ejemplo, hubo una situación extraña: “Le di un abrazo a una amiga que no estaba acostumbrada a eso y se quedó muy rígida. Entonces, aprendes que no expresas de la misma manera. Esto es radical”.

A continuación, dice que algo que le gusta mucho de España es que hay una cultura de socializar que no existe en Colombia. Es decir, que todo el mundo se permite el lujo de tapear e ir a la feria a pesar de su situación económica. “Aquí se trabaja para vivir, no se vive para trabajar. En Colombia es al revés: se vive para trabajar. Hay espacios en que socializas, pero estás todo el día trabajando. Aquí hay más equilibrio en este sentido, lo cual me encanta”.

Nunca se ha sentido discriminada de manera seria, pero ha habido momentos en que se ha sentido un poco separada de la sociedad española. Por ejemplo, todo el tema de la documentación era horroroso: “Tiene que ver con la forma de hablarte y la manera de tratarte”. Sin embargo, dice que “ser latinoamericana en España te facilita cosas. No es lo mismo ser marroquí en España que ser latinoamericana… En mi caso, también ha sido favorable ser mujer. A lo mejor han sido menos rígidos en algunos casos porque soy mujer”.

Otro elemento que Gloria cree que cuenta, aunque es un tema difícil, son los rasgos fisonómicos. Los inmigrantes con piel oscura reciben tratamiento diferente que los de piel clara. “Por ejemplo, cuando estoy, a lo mejor, en algún sitio y me dicen ‘tú eres extranjera’, ‘tú eres colombiana’, ‘ah, pero tú no pareces colombiana’. Me ha pasado miles de veces”. Cree que tiene que ver con el hecho de que la gente tiene sólo una vaga noción del mundo fuera del suyo. Muchos españoles tienen un concepto erróneo, ni malo ni bueno, de que todos los latinoamericanos tienen rasgos indígenas.

A pesar de las dificultades, hubo un momento en que Gloria decidió a nacionalizarse. Sobre todo, este proceso de tener que renovar la residencia cada año no merecía la pena. Los latinoamericanos tienen la ventaja –por la lengua y la cultura similar– de que les piden menos requisitos para nacionalizarse, a saber, sólo tres años de residencia. “Yo sinceramente me considero una persona afortunada. No es que me han dado nada gratis (he luchado muchísimo), pero creo que no me ha ido mal. He pasado por situaciones difíciles, pero poco a poco van mejorando”. El trabajo, la pareja y la casa están en Sevilla, así que ahora no tiene planes de regresar a Colombia.

Sin embargo, aunque no piensa volver a su tierra materna, siempre sigue siendo colombiana. “Me siento un poco de aquí, un poco de ahí. Es un poco una sensación de que estás en ambos sitios… Puedes entender ambas cosas y puedes moverte en ambos lados”. Estas palabras se pueden aplicar a muchas personas inmigrantes, desplazadas tanto por elección propia como ajena, que están viviendo fuera de su lugar de nacimiento. Los inmigrantes tienen una visión dual e innovadora porque tienen la capacidad de ver el mundo desde el punto de vista de dos culturas, dos lenguas, dos maneras de vivir, dos formas de ser. Gloria ha elegido su propio proyecto migratorio, pero recordemos que hay millones que inmigrantes que no tienen el privilegio de elegirlo.

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