El sueño español de una americana, por Laura Larkin

Sevilla está a tope con extranjeros, especialmente americanos, que han venido para estudiar… o sea, para jugar. La mayoría viene para disfrutar del buen tiempo, aprovechar la vida nocturna y vivir en el único país que permite estar en Europa y hablar español simultáneamente. Pero después de un semestre -o tal vez un año-, se van. Este no fue el caso de Sarah Greenwood. 

Sarah Greenwood se crió en Lincoln, Nebraska, en una familia acomodada. Se graduó del insituto y se fue a Iowa para asistir a la universidad Northwestern College, especializándose en los negocios y el español. En su último año de la universidad, para que pudiera terminar la especialización en español, Sarah tenía que estudiar en el extranjero. Ya había ido a Guatemala y le había encantado, pero su mejor amiga se estaba muriendo de ganas por estudiar en España y Sarah decidió que lo intentaría, y el siguiente cuatrimestre se fue allí. 

A la mayoría de los americanos que estudian en Sevilla les encanta la ciudad e idealmente regresarían, pero más o menos aceptan que hay que volver a los EEUU y empezar con un trabajo de verdad. Eso es lo que hizo Sarah. Cuando regresó a los EEUU, se graduó en la universidad. Justo después, con su título de negocios, empezó a trabajar en la división financiera del banco Wells Fargo y poco después ya era directora, durante dos años. Aunque era joven y exitosa, todavía no estaba feliz. «Sentía que me faltaba algo y parte de eso era la cultura española, que he querido mucho por mucho tiempo». Con el apoyo de sus amigos y de su familia, Sarah decidió que iba a regresar a España.

Después de una búsqueda tremenda, Sarah se dio cuenta de que las únicas maneras como podía regresar a Sevilla trabajando eran ser niñera o enseñar inglés. Los sentimientos de amor hacia un chico español y los recuerdos de Sevilla como estudiante le motivaban para encontrar trabajo. Se mudó a España, tomó un curso de enseñanza del inglés como lengua extranjera y, después de unas semanas, Sarah ya estaba enseñando inglés. 

Hubo otros cambios también: el chico objeto de su interés romántico resultó ser una calamidad y casi inmediatamente ella empezó a salir con un amigo que conocía de cuando estaba estudiando en Sevilla, Jesús. Solo pasaron unos pocos meses antes de que ella se quedara embarazada. Con este descubrimiento y el miedo de llegar a ser ilegal, Sarah se fue a los Estados Unidos otra vez y volvió a trabajar con Wells Fargo. Esta vez, sin embargo, ella no tenía la intención de quedarse. Con la ayuda de Jesús y su familia, ella iba a regresar a España, permanentemente.

Tras el nacimiento de su hija, Talia, en diciembre de 2007, el padre de Jesús contrató a Sarah como señora de la limpieza para que pudiera obtener su visado de trabajo y vivir en España legalmente. Tuvo suerte, porque justo después el Gobierno cerró esta laguna jurídica. Con solo veinticinco años y una niña pequeña, Sarah se mudó a Sevilla y en julio de 2008, Sarah, Jesús y Talia finalmente estaban juntos en España como una familia.

Con un visado de trabajo se doblaron las oportunidades, pero no como Sarah había esperado. Aunque parezca mentira, dice que «la única manera en que un americano puede trabajar [en España] es a través de clases de inglés». «España no reconoce los títulos de las universidades americanas, así que no podía trabajar en un banco aunque quisieran contratarme, porque no tengo un título válido», explica. Por eso, se encontró trabajando para una nueva academia de inglés en 2009. Al cabo de un año, Sarah se dio cuenta de que estaba haciendo casi todo el trabajo y que ella era la responsable de haber levantado la academia pero no obtenía ni reconocimiento ni beneficios. 

El 3 de septiembre de 2010, Sarah y Jesús se casaron. Ahora ella podía nacionalizarse y establecer su propia empresa de forma más fácil. A finales de septiembre de 2010, ella abrió The Language Project. Para ayudarla con los aspectos legales, las facturas, la contabilidad, los contratos de trabajo y los impuestos, Sarah contrató a una asesora. «Claro que tengo que pagar cada mes, pero con el desorden y la falta de ayuda de la administración pública española a las empresas, pagaré la tarifa con mucho gusto para hacerme la vida más fácil».

En su trabajo, Sarah obviamente siempre está mezclando elementos de la cultura española -los estudiantes, el lenguaje, los aspectos técnicos- con la cultura americana -los profesores, el idioma, las lecciones-. Fuera del trabajo, también mantiene un equilibrio entre sus dos culturas, algo que se hace evidente en el felpudo a la entrada de su apartamento: «Home Sweet Home, Bienvenido». 

Cuando se estableció en España, se unió al Club de Mujeres Americanas para hacer amigos, aunque ahora la mayoría de sus amigos son españoles. Aclara que tiene una amiga americana aquí en Sevilla y que no podría vivir sin ella. Son ‘amigas de descargar’, cuando se frustran con los españolismos -un sentimiento que nunca está muy lejos de ella, especialmente desde el nacimiento de su hija.

Cuando le pregunto si alguna veces se ha sentido discriminada, inmediatamente contesta: «Primero, soy una madre EXTREMADAMENTE joven… [los españoles] piensan que soy una cani o una gitana, como ya he tenido una hija tan joven. ¡No se dan cuenta de que mis mejores amigos allá en los EEUU ya han tenido tres o cuatro!». Otras veces, ella siente la discriminación porque entiende mejor lo que dicen. 

Antes de salir con Jesús, Sarah ya podía hablar español con un nivel alto. Ahora, aunque tal vez no tenga el acento perfecto de una española nativa, lleva cuatro años aquí, tiene un esposo español y está claro que ha dominado el idioma. Muchos españoles hablan de los americanos en su presencia dando por hecho que la mayoría no entiende, y ella se ha acostumbrado a eso. Pero cuando siente que alguien está juzgando su nivel de educación, su intelecto, o el intelecto de su hija, no puede soportarlo. Recuerda por ejemplo cuando una profesora le habló de manera muy degradante sobre el desarrollo de su hija, sin tener razón. «Me puso al nivel de una inmigrante del tercer mundo sin educación».

Sarah y Jesús están criando a Talia para ser bilingüe, algo que ella describe como el elemento más exigente y gratificante de ser padres biculturales. «Es asombroso ver cómo Talia pasa por las fases de adquisición del lenguaje. Ella empezó a hablar muy tarde con respecto a los otros niños de su clase. Después, pasó de no hablar a contestar en español, porque entiende todo en los dos idiomas. Ahora ella está intentando hablar inglés y español… También mezcla los idiomas, ‘Yo quiero watch a movie'», cuenta Sarah sonriendo.

Además, Sarah y Jesús son anfitriones de estudiantes americanos, tanto porque ella Sarah necesitaba tener compatriotas en su vidacomo por razones económicos. Ahora, con dos años de experiencia alojándolos, Sarah dice que aunque le gusta tener estudiantes en su casa, también ha fortalecido su percepciones preexistentes sobre los americanos: «Pensamos que somos los mejores… somos extremadamente ingenuos, no tenemos educación sobre los problemas mundiales, los idiomas, las cultura…».

A fin de cuentas, parece que Sarah todavía se apoya en su familia y sus mejores amigos en los EEUU. «La familia es la familia». Usan el correo electrónico principalmente, pero ahora, con la facilidad para hacer llamadas gratis por Gmail y Skype, esto está cambiando y haciendo que el contacto sea cada vez más sencillo. Pero esto solo funciona con las personas más cercanas. Ha perdido contacto con la mayoría de sus amigos de EEUU, y solo lo mantiene con cinco de los mejores. 

Dice que no puede compartir en EEUU momentos importantes, como los nacimientos o las enfermedades de su familia, pero que nada ha cambiado en la relación con ellos y que la han apoyado en cada paso que ha tomado. Sarah, Jesús y Talia va a EEUU una vez al año, y su familia y sus amigos vienen de visita a Sevilla de vez en cuando. Dice que estas visitas, además de una oportunidad para reencontrarse con la familia, son experiencias imprescindibles para la inmersión de su hija en inglés.

Reflexiona sobre el tema de la familia, y dice: «Hasta hace poco, yo pensaba que esta no es la vida que yo me había imaginado. Yo me imaginaba sentada en un patio trasero en los EEUU, haciendo una barbacoa con mis suegros. Aunque hacíamos la versión española, no era lo mismo. Ahora, sin embargo, no podría ser más feliz».

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